
P. Gustavo, ¿de
qué trata Babylonia: aishiteru?
Babylonia: aishiteru es la historia de una chica que, tras una infancia y adolescencia
turbulentas, cuando cree que ha encauzado su vida la obligan a prostituirse en
un régimen de semiesclavitud. En el burdel llamado La Casa Roja, regentado por
Pietro Castello aunque los verdaderos dueños se hallan en la sombra, piensa en
cómo escapar de su situación, cuando conoce al que será su mejor aliado y,
después, su amante: un inspector de policía de ascendencia hispano-japonesa que
jurará ayudarla, teniendo en contra y sobre sí a todo un sistema podrido que se
alimenta de la prostitución en secreto. Porque el retorcido proxeneta no es
otra cosa sino un encargado, y el burdel, la antesala al verdadero de infierno.
Por encima de Castello se encuentra un mafioso ruso, pero también hay una
sociedad secreta formada por ricachones depravados, que son los que lo
sustentan y financian La Casa Roja. Castello es el mayordomo de ese mundo de
sombras que no vemos y parece no existir.
P. ¿Por qué has
querido hablar sobre el tema de la prostitución?
Podría decir que
es porque es interesante desde el punto de vista social, es algo actual y
controvertido, y sería verdad; pero la realidad es que Claudia y Jaime son
personajes de una novela anterior, titulada Redención (Nuestro último baile)
(Libros Indie, 2021), donde jugaban un papel esencial; por lo que Babylonia
es una especie de esqueje de esta otra o, mejor, una novela paralela; aunque cabe
advertir que se pueden leer por separado, se complementan y ninguna destripa
nada de la otra. Pensé que la historia oculta de Claudia merecía ser contada y
desarrollada, y de paso realizaba un poco de crítica social.
P. ¿Encontraste
desafíos a la hora de abordar según qué temas, situaciones o acciones que son
prejuicios para la sociedad en la que vivimos?
Quizá una de las
cosas contra las que cargué a lo largo de las revisiones es la caracterización
de la prostituta como una especie de santa; como la mujer pública o la adúltera
de la Biblia; un tópico donde ellas aparecen como esas samaritanas desinteresadas
que oyen las penas de los hombres de corazón destrozado y desengaño acumulado.
Está muy presente en el arte, en la literatura y hasta en la música popular (y
reconozco que aquí hubo quien se llevó todas las tortas porque, de diez
canciones que compone Sabina, en seis aparece una prostituta). Puede que el tópico
fuera beneficioso en épocas de hipocresía social y religiosa pero, como suele ocurrir,
pasó a ser un arma de paternalismo y condescendencia con la que, al final, se llega
a defender la prostitución y hasta a representarla como una especie de labor
social.
»Sí reconozco que hay un momento al principio de la novela que puede resultar estomagante y hacerme ganar algún improperio; pero es arte, no apología de eso. Creo que el desafío consistió en abordar temas tan delicados de una forma respetuosa y objetiva y no caer en paternalismos, condescendencias o moralismos, porque es fácil hablar desde fuera. Pero sin duda el mayor fue interpretar a una mujer, y además en esa condición. Por momentos imaginé marcarme un Carmen Mola o firmarlo con un pseudónimo sexualmente ambiguo, por ver si la caracterización era convincente; pero no me gusta engañar y la primera opción me resultaba repugnante.
P. ¿Y podemos encontrar algo en ella sobre erradicar la prostitución?
La novela tiene
orientación abolicionista, nunca lo he ocultado, y no desde la moral sino desde
la problemática social; pero entiendo el abolicionismo de una manera en la que
a las mujeres prostituidas se les ofrezca una alternativa y no se vean
arrojadas a la nada, por lo que no es a ellas a las que condeno. Un discurso
demasiado radical puede devenir contraproducente y hacer que se alineen con sus
explotadores. Y esto sin mencionar a las de lujo que, supuestamente, lo hacen
por voluntad propia (mientras sean jóvenes y atractivas, claro).
P. ¿Qué papel
juega el morbo en Babylonia: aishiteru?
Morbo considero
que hay poco, por no decir nada. Desde el principio decidí que no poblaría la
narración de escenas eróticas o pornográficas ni haría de Claudia una sex
symbol o una femme fatale, aunque sí juego en algún momento con esos
prejuicios. Veía contradictorio llenar una novela que critica la prostitución
con momentos así, que es la trampa en la que caen muchas producciones, tal vez
por exigencias de producción. Hay violencia sexual, sí; sería una obra ingenua
si no la hubiera. Pero no hay un regodeo especial en esas escenas, que no son
demasiadas. Y la escena en la que Jaime y Claudia por fin se acuestan está
narrada con mucha delicadeza.
P. ¿Y victimización?
Victimización sí,
porque Claudia, en el momento en que es esclavizada en el burdel, repasa su
vida y sus acciones y tan pronto reparte culpas entre familiares, docentes,
amistades y exparejas como hacia sí misma por no haberlo visto venir. Es un
peso con el que cargará a lo largo de la novela y del que tal vez ni las
palabras de consuelo de Jaime puedan liberarla.
P. Háblanos del
proceso de documentación, si has hablado con algún organismo o asociación al
respecto.
Para mi
vergüenza, he de confesar que no me moví demasiado. No quiere decir que no me
documentara. Casualmente, al tiempo que hacía mis primeras revisiones hice un
curso de igualdad que me ayudó mucho y me aportó muchas perspectivas; en él
visionamos un Salvados acerca de la prostitución que me brindó ideas
nuevas pero, a la vez, consolidó las que ya estaban. Y luego están las
noticias, donde, por desgracia, descubrí que no andaba yo desencaminado en lo
que creía exageraciones. No sé si mucha gente se echará las manos a la cabeza
con esto, pero a veces procuro documentarme lo estrictamente necesario, para
evitar el riesgo de cebar los libros con demasiados datos que al final aburren
más que otra cosa.
P. ¿Y has tenido apoyos?
Respecto a eso contaré una cosa que no deseo que se entienda mal. En su día intenté
contactar con alguien a través de redes sociales para hacerle llegar el
borrador, me diera su opinión y, mal disimulando la vanidad, me escribiera un
prólogo. Sin embargo, nunca me contestó. Me molestó, pero después vi que por
sus actividades, su propia experiencia y por el hecho de recibir amenazas no
debía de estar en buena disposición para atender a cualquier desconocido. Uno
está acostumbrado a los desengaños porque lo ignoren, pero no sentí
resentimiento hacia esta persona en concreto.
P. ¿Qué significa
el título?
El título es un
mensaje que Jaime le envía a Claudia cuando comienzan su relación, que es de
noviazgo y libre por parte de ambos, no se vaya a creer nadie. Pero vamos por
partes. Babylonia es como la bautiza Pietro Castello al esclavizarla, como
hace con todas sus prostitutas; tiene la reminiscencia de la alegórica ramera
del Apocalipsis, pero deformado con esa y griega en medio, por lo que puede
leerse babilonia o beibilonia, ya que baby significa,
figuradamente, ‘cariño’, ‘nena/-e’ o un rollo sin compromiso. Por el otro lado,
aishiteru es una expresión japonesa que significa ‘te quiero’ (hay por
ahí algunos matices en los que no voy a entrar, porque sería un lío). Me
pareció original titularlo en japonés, por así decirlo.
»Al principio se iba a llamar Claudia, una historia de amor; pero no le vi futuro. Es broma.
P. ¿En qué momento supiste que iba a ser ese?
En realidad, ha pasado
tanto tiempo desde que lo escribí que no lo recuerdo. Me acuerdo de que uno de
los primeros títulos era Babilonia, como el capítulo de Redención
en el que aparece Claudia, y por entonces todo estaba muy verde y poco
perfilado. Aunque Redención estaba ya escrito, al no estar publicado
todavía, ambos libros fueron retroalimentándose y había que medir bien los
tiempos de los sucesos. Ahora bien, de lo que no me puedo acordar es de si el
mensaje precedió al título o fue al contrario.
P. Al contrario
de Queca, que la publicaste con Libros Indie, acabas de autopublicar Babylonia: aishiteru, ¿qué tal está siendo la experiencia?
De momento, sin
grandes novedades. Pocas ventas, poca repercusión… Tampoco me ha supuesto una
gran sorpresa, ya sabía que iba a estar solo, y aprovecho para dejar claro que
ha sido una decisión propia y voluntaria y que no ha mediado ningún
desencuentro con la editorial con la que sigo colaborando como corrector y
como autor de tres de sus libros. Todo está siendo muy lento y me encuentro con
las mismas miradas de soslayo que publicando con la editorial. En ese sentido,
nada nuevo. Sí estoy muy contento y orgulloso del resultado, porque siempre
tuve presente que, de hacerlo, no sería de forma cutre y descuidada; y para
ello conté con buenos profesionales, como tú y Pedro Viejo, que fue quien
realizó esta fabulosa portada con solo una entrevista y leyéndose un capítulo.
Así que sigamos con ello, aunque me lean cinco, y sin perder nunca la dignidad
ni la perspectiva profesional.
P. ¿Tuviste algún proceso previo de mandar la novela a editoriales o a agencias literarias?
A editoriales;
con las agencias no me he atrevido. Diría que prefiero cargar con mis rechazos
y no pensar que alguien no está haciendo su trabajo. La mandé a muchas, y de algunas
sigo esperando respuesta. El rechazo siempre es duro y tienes que intentar no
pensar que eres malo; mejorar, sí, siempre. Quizás no es lo que estén buscando,
quizás no sea el momento con los informes de mercado en la mano, quizás uno no
tiene muchos seguidores ni se prodiga por las redes porque tiene cosas que le
apetece hacer más, o quizás resulta anodino como persona y olvidan que lo
importante es el libro y no el autor. Quién sabe y por qué.
»Eso sí, Babylonia
se vio involucrada en uno de los capítulos más extraños de la historia
editorial española cuando participó en la única edición del premio Herralde de
narrativa de la editorial Anagrama que quedó desierta. And it makes me
wonder…
P. Conoces el
sector del libro porque te dedicas también a la corrección de textos. ¿Qué
cambiarías de todo este sector editorial?
La orientación
comercial, sin duda. Entiendo y comprendo que hay que comer, tener ganancias,
labrarse una reputación (no miro a nadie) Pero creo que es innegable que
muchas veces el arte y el talento quedan relegados en favor de lo comercial o
de algunos elementos comerciales. Puede que ahora mismo se publiquen libros de
cara a convertirlos en películas o series de Netflix; pero hay libros muy
interesantes que no están llegando al gran público.
»Por otro lado, cambiaría una excesiva politización, en el sentido de que si el libro, o el autor, no lleva determinadas etiquetas no interesa. Que no se me malinterprete, por favor, pero en algunos círculos quizás sí pesen determinados factores personales de quien lo haya escrito, y esto acaba por frivolizar algunos temas y descubrirse un poco de paternalismo que no ayuda para nada a la causa que sea y que yo apoye.
P. ¿Y qué opinas como corrector?
Como corrector, colaboro con tres editoriales humildes, y a ellas llegan muchos manuscritos después de innumerables rechazos o propuestas sin contestación. No diré que todos son obras de arte, pero hay un inmenso número de novelas que uno se pregunta en qué pensaba la editorial que las rechazó. O alguno de mis corregidos particulares, que se autopublican y son unos máquinas de la escritura. Pero ¡qué te voy a contar a ti que no sepas tú ya!
P. También has
sido vigilante de sala en el Museo del Prado. ¿En qué te influye el arte a la
hora de escribir?
Creo que me gusta
y me influye porque lo entiendo poco. Es decir, disfruto viendo un cuadro,
tengo mis obras y autores predilectos, me asombro; pero no me preguntes por
técnicas, épocas o biografías (salvo Goya, que esa más o menos me la sé).
Pienso que los cuadros son como novelas compactadas y resumidas; el pintor
también nos cuenta historias, y a veces a través de detalles sutiles. Condensar
lo que serían cien páginas de un libro en una única escena es impresionante. Siempre
me ha fascinado la sala de las Pinturas Negras de Goya por todo: la
historia de estas obras, el momento en que las pintó, su misterio, lo
enigmático de su mensaje de tener alguno… Pero cualquier vigilante te dirá
esto: me encantan, pero la vigilancia de la sala dásela a otro, porque, siendo
tan pequeña, se llena hasta arriba y tiene una acústica tal que aturde estar
allí.
P. ¿Y se puede ver el arte en Babilonia: aishiteru?
Es algo que
también quise reflejar en las últimas revisiones de Babylonia, porque
Claudia rompe una lanza a favor de Pietro al describirlo como hombre culto y
amante del arte. Hay un momento en el que Claudia dice que La Casa Roja está
llena de obras de desnudos de reputados pintores, como Paul Baudry, de cuyo La
perla y la ola vivo enamorado y me extasié el día que pude vigilar su sala;
y también dice que en el despacho de Pietro cuelga uno de mis cuadros
favoritos, a modo inconsciente de representación de lo que es el burdel: Degollación
de san Juan Bautista y banquete de Herodes, de Bartholomäus Strobel el
Joven, que es el cuadro más grande de ancho que tiene el museo (en un sitio
bastante desaprovechado, añado) y que impresiona por muchas razones, empezando
por representar una corte depravada y abandonada a los excesos y vicios
mientras un hombre yace decapitado en un rincón inadvertido.
P. Tres preguntas cortas:
➤ ¿Cuál va a ser la próxima? Después, tengo una deuda pendiente con Cándido, de Voltaire, que también leí hace tiempo, pero como fue una lectura escolar de Bachillerato, seguro que no la disfruté bien.
P. Babylonia: aishiteru acaba de ver la luz. ¿Qué eventos o presentaciones de la novela
tienes próximamente?
A corto plazo, ninguno. Es más difícil con Amazon, ya que no te da unos ejemplares gratis para tu libre disposición y no te gestiona nada, y ninguna librería se prestaría si no va a sacar beneficio, cosa comprensible. Y luego con las presentaciones no he tenido mucha suerte y he de confesar que me han llegado hasta a deprimir. En la de Redención, que fue con editorial aunque la gestioné yo con el ayuntamiento, fuimos como diez personas, cinco de ellas éramos el presentador, tres miembros del grupo de rock El Pecado, que actuaban como colofón (y gratis), y yo. En la de Queca fue algo mejor, aunque hubo una extraña deserción que me dolió bastante y a día de hoy no he conseguido superarla. Así que con esta, autopublicada y autogestionada, no guardo muchas esperanzas. Tal vez si viera disposición y compromiso me anime a intentar hacer algo, aunque quizás fuera algo más informal, más un coloquio de café que una presentación.
P. ¿Nos podrías recomendar dos novelas?
➤ Una que te guste especialmente que te hayas leído este año y que sea totalmente distinta a Babylonia: aishiteru. No me la he leído este año, pero tengo que aprovechar y recomendar Tiempo de silencio porque algo de ella hay en Babylonia y, para mí, esa descripción de la conferencia de, supuestamente, Ortega y Gasset como si fuera El gran cabrón de Goya me sigue pareciendo lo mejor que se ha hecho en las letras españolas contemporáneas.
➤ Otra que refleje algún tema de los que tratas en tu novela. Otra que me estoy leyendo es Naná, de Zola. Es otra historia de prostitución, pero de otro tipo: la que ejercían actrices y coristas con miembros de la alta sociedad del Segundo imperio francés. El problema, como dicen los críticos, es que Zola no ahondó tanto en las causas sociales y sexuales (es de imaginar que una mujer que, por aquella época, decide dedicarse a algo que no sea casarse tenga que prostituirse en algún momento), sino que se regodea más en mostrar las miserias de su tiempo y su hipocresía. No está mal, aunque creo que se quedó un poco en la superficie. Curiosamente, la suya también es esqueje de un libro anterior, La taberna.

Una entrevista amena, donde se nota que el ego queda fuera de las respuestas.
ResponderEliminarGracias. Gustavo es un escritor con el que no te aburres ni con sus novelas ni con sus entrevistas, porque suele dar juego. ¡Te recomiendo mucho su libro! Tuve el gusto de corregirlo y maquetarlo y sé que merece mucho la pena.
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