Pedro Aranda: «La novela negra es, ahora mismo, un armario desordenado en el que cabe de todo»

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Pedro Aranda es Ingeniero Industrial de profesión, y escritor en sus ratos libres. Ha colaborado con diversas revistas y medios de comunicación, como Anestesia (México), El Espectador (Colombia) o El Impacto Digital y Ecos del Vinilo (España). Finalista en varios premios de relatos cortos, su ópera prima, El ruido que nos separa, ha sido nominada al premio Icue Negro como mejor novela negra del año para autores noveles en el género, dentro del certamen Cartagena Negra. Cuentan que una vez expulsó a un ladrón de una casa, episodio que por razones que no vienen al caso, tanto el ladrón como él tratan de olvidar. No siendo particularmente amigo de sus amigos, su intensidad emocional suele decaer tras el primer contacto. Dicen que tuvo numerosas ocasiones de ser feliz. No materializó ninguna.







P.- Pedro, ¿podrías explicarnos de qué trata El ruido que nos separa?


Ha pasado ya más de año y medio desde que salió la novela, y si te soy sincero, a día de hoy sigo sin saber muy bien qué contestar. La gente ha encuadrado el libro bajo el inmenso paraguas de la novela negra y, de hecho, ha estado nominada en varios premios en dicha categoría, pero yo, más bien, la concebí como una historia de amor, o mejor, dicho, muchas pequeñas historias de amor, lo que pasa es que prácticamente ninguna acaba bien, y, como encima hay alguna que otra muerte por ahí, entiendo perfectamente que el libro encaje mejor dentro de los esquemas de novela negra que de, por ejemplo, novela rosa. Pero por concretarte un poco, la trama gira en torno a un combate de boxeo que tiene a todo el planeta en vilo. Y la novela sigue simultáneamente a varios personajes que, de alguna manera, están relacionados con el acontecimiento: boxeadores, entrenadores, empresarios, agentes, familiares y, a su vez, a otros contactos de ellos, por lo que se va generando una espiral cada vez más grande que, con el paso de los capítulos se va reduciendo conforme las historias se entrelazan entre sí. Y todo contado desde varios puntos de vista, es decir, que el mismo hecho se ve desde distintos ángulos.



P.- La novela estuvo nominada a los Premios Icue Negro en certamen de Cartagena Negra, ¿qué significó para ti esta nominación?


Digamos que fue la primera vez que me sentí escritor de verdad. Encima, vino en un momento en el que estaba convencido de que se me había fundido el interruptor que en alguna época de mi vida había encendido mi interés por escribir, y ya no estuviera dispuesto a asumir el precio que hay que pagar por enfrentarse de cero a un libro nuevo. Ya sabes... muchas horas solo delante del ordenador y, de fondo, sobrevolando la sensación de que hay cosas más interesantes que hacer en la vida que pasar el día en pijama. Cada vez que pensaba que había tardado cuarenta años en escribir un libro, me aterraba la idea de que, por una simple regla de tres, cuando saliera mi siguiente novela tuviera que ir a la presentación con pañales.



P.- Entonces, ¿el premio te cambió tu perspectiva como escritor?


Sí, surgieron las jornadas del premio y, de alguna manera, el verme allí siendo, en parte, centro de atención y rodeado de una organización tan abrumadoramente profesional y de tantos buenos escritores, algo cambió. Es cierto que me sentía como si me hubiera equivocado de fiesta, o si alguien hubiera dejado por error la invitación en mi buzón. Pero también, por otro lado, tuve la impresión de que habían arreglado el interruptor fundido. Y allí, respondiendo las preguntas, pensé que me apetecía escribir un nuevo libro, aunque, eso sí, lo más alejado que pudiera de la novela que estaba defendiendo en esa silla.



P.- ¿Qué importancia tiene el ruido en tu novela?


Si me lo permites, te voy a contestar con una anécdota que le pasó a un amigo. Resulta que empezó a gustarle la novia de un compañero de trabajo. Y a ella empezó a gustarle él. El caso es que esta pareja rompió, pero mi amigo decidió no empezar con ella hasta tener el beneplácito de su compañero de trabajo. Así que le escribió una carta lamentando lo que les había pasado y que iba a ser totalmente transparente con él, que la amistad entre ellos era más importante que cualquier otra cosa, y que hasta que no tuviera su consentimiento, no iba a invitar a salir a la chica. Y que, si él le pedía que no lo hiciera, lo aceptaría. La carta terminaba diciéndole a su compañero de trabajo de manera muy educada que creía que un mes desde la fecha en la que la estaba escribiendo era un tiempo razonable para que le diera el visto bueno o no, y que, sabiendo que no se hablaban y que la situación en la oficina era muy incómoda, que entendería su silencio como un OK por su parte, que no le iba a obligar a dirigirle la palabra. Un mes después, al ver que el compañero no le dijo que no podía hacerlo, mi amigo habló con la chica, y le pidió salir. Pues bien, llevarían unos días viéndose, cuando mi amigo encontró en su buzón la carta que le había enviado a su compañero de trabajo. Estaba sin abrir. Al parecer, se había producido algún tipo de problema con el envío (no sé si la dirección no estaba del todo bien escrita o algo por el estilo), así que en la oficina de Correos la devolvieron al remite. Cuando el compañero de trabajo se enteró de que mi amigo estaba saliendo con su (ex) novia, creo que casi llegan a las manos. Ya sabes cómo son los hombres para estas cosas. Y, por raro que parezca, a día de hoy son amigos. ¿Tú te crees que cuando coincidan en la máquina de café y uno le invite a un cappuccino con tres puntos de azúcar al otro, no se van acordar de lo que pasó unos años antes entre ellos mientras la máquina va preparando el café? En el libro, dependiendo del personaje que se trate, ese recuerdo lo lleva de una manera o de otra. Así que luego les pasa lo que les pasa…

 


P.- ¿Por qué has querido encuadrar la novela en una lucha de boxeo en Bangkok?


El boxeo es el decorado, pero no está casi presente en realidad. Y me parecía que podría darme mucho juego a la hora de desarrollar la idea que quería transmitir, que no es otra que conjugar en un mismo personaje cualidades aparentemente irreconciliables. Por un lado, el mundo de las apuestas, los amaños y todo eso, y, por otro lado, el boxeador enamorado hasta la médula de su esposa con la que baila canciones de amor antes de cada combate, o el entrenador que tiene obsesión con los transexuales.



P.- ¿Y cómo conjugaste todo esos elementos?


Esto creo que no lo he contado nunca. Fue hace unos años, cuando estaba empezando internet. Un amigo vivía al lado de una iglesia, y resulta que en la iglesia tenían wi-fi. Hoy en día todo el mundo tiene internet, pero entonces no. Y mi amigo se tiraba las noches enteras tratando de descubrir la clave. Y se inventaba contraseñas, a ver si colaba, tipo: Jesucristo33, Satanás666, JudasEsoNoSeHace, y cosas así. Y, en su desesperación por encontrar la clave, empezó a mezclarlas, pues sabía que los curas se habían enterado de que la gente les robaba internet y cambiaban las claves de vez en cuando. Y entonces empezó a escribir Jesucristo666, Satanás33, JudasIsInocent, etc. Y me pareció tan genial, que quise aplicar esa filosofía a los personajes del libro.



P.- El ruido que nos separa es una novela coral de historias, pero, ¿con qué tema principal deberíamos quedarnos?, ¿cuál era el objetivo de tu obra?


La idea principal del libro gira en torno al arrepentimiento como consecuencia de la mala toma de decisiones, y aquí vemos desde el que comete una infidelidad y, por raro que parezca, se siente mal con ello, hasta el que, de pronto, siente que ha perdido toda su vida siguiendo una determinada manera de comportarse cuando descubre que hay algo más allá, algo que le tenían prohibido, que es enamorarse. Por el contrario, también vemos a quien ha matado a alguien y sigue su vida como si nada, o el que se gana la vida estafando incluso a sus amigos y no parece importarle. Pero todo ello bajo la premisa que no todo es bondad en los protagonistas buenos, ni todo es maldad en los malos. Por ejemplo, vemos a un asesino del que no sabemos gran cosa de su pasado, pero con el que empatizamos de algún modo al ver lo solo que se encuentra y lo mal que se le da conocer a gente, o a un cura que, por un episodio un tanto extraño en una casa, decide colgar los hábitos.

 


P.- Según leo en las redes, El ruido que nos separa tiene muy buenas críticas, ¿a qué crees que se debe?, ¿cuáles son los puntos fuertes de la novela?


Quizás sea que la manera de presentar las historias es, en cierto punto, original, o, si no original, al menos no está muy extendida. Por otro lado, escribí el libro cambiándome continuamente el sombrero de escritor y de lector. Como yo lo veo, leer un libro supone subir una montaña que no todo el mundo está dispuesto a escalar, así que mi manera de lanzarle una cuerda a esos montañeros y animarlos a subir ha sido escribiendo una novela de una manera muy concreta, de modo que si algún día sufro Alzheimer y no recuerdo que fui el escritor y algún cuidador en la residencia me lo presta, sea capaz de leerla y que me guste.


»Y bueno… otro punto fuerte está, quizás, en las coincidencias que ocurren entre personajes y que tienen al lector un poco pendiente. Mira, te voy a contar una cosa que me ocurrió hace poco. Resulta que fui a un despacho de abogados por un tema personal, y el abogado que me atendió me conocía de la carrera. Yo estudié Industriales. Nada más verme me dijo: «Yo a ti te conozco. Empezamos juntos Ingeniería, aunque yo no la acabé». Luego siguió: «¿Recuerdas cuando el primer día en clase de Circuitos el profesor explicó una cosa muy sencilla y dijo que el que no fuera capaz de entender ni siquiera eso que se metiera a Derecho al año siguiente? Pues bien, allí coincidimos tres que habíamos empezado Industriales el año anterior».



P.- En la novela hay muchos personajes que se van enlazando poco a poco, ¿cómo te organizaste para que cuadrase todo a la perfección?


Ya que la historia no es lineal, sino que hay personajes que saltan de un año a otro y no siempre hacia delante, tuve que hacerme un esquema en donde indicaba la edad de cada personaje en cada momento, y cuándo se cruza con otro y quién es ese otro. Fue algo así como los ejercicios de gramática esos que hacíamos de inglés de pequeños, en los que tenías que poner una línea que uniera dos columnas. En una aparecía la mitad de una frase, y en la segunda, la otra mitad. Y cuando terminé de trazar todas las líneas que reflejaban los enlaces y contemplé lo que había quedado, me encontré con un dibujo que no había por dónde cogerlo. Parecía como esos garabatos que dibujaban en la guerra fría esas criaturas que los científicos usaban para hacerles experimentos mentales. Quien haya leído la novela verá por dónde voy… Pero bueno, al final creo que, si vas prestando atención a los detalles, solo necesitarás ir un par de veces de atrás hacia delante en el libro para recordar de qué te suena el nombre de ese personaje que acaba de aparecer.



P.- Has publicado con Libros Indie, ¿qué tal la experiencia?, ¿volverías a publicar con ellos?


Lo primero que he de decirte es que estoy muy agradecido a la editorial, ya que apostó por alguien que ni en su edificio sabían que escribía. Recuerdo que mandé el manuscrito cuando vivía en Holanda a varias editoriales, y, aunque es cierto que varias contactaron conmigo, yo quería alguien que me lo pusiera fácil. Mis líneas rojas eran: no pagar nada por publicar, plazos flexibles y no demasiado ambiciosos de lanzamiento de la obra final, libertad para modificar el texto a mi criterio antes de pasarlo a impresión incluso con la maquetación hecha, o control total de la portada y contraportada del libro. Y en ese sentido, Libros Indie se portó genial. A día de hoy que conozco mucho mejor cómo opera el mundo editorial, márgenes de beneficio, promoción, etc, además del hecho de que el libro ha funcionado bastante bien a nivel de ventas, creo que tengo más poder de negociación del que tenía hace dos años, que era cero. Un amigo que está muy metido en estos asuntos me dice siempre medio en broma que ahora que la cosa ha funcionado bien con el primer libro, voy a tener con el segundo el doble de poder de negociación que antes. Con el primero tuve nada, y con el segundo tendré nada de nada. En cuanto a si volveré a publicar o no con ellos, es algo que el tiempo dirá.



P.- Háblanos sobre los clichés en la novela negra, ¿vamos a encontrarnos algo innovador en tu obra?


¿Sabes qué pasa? Que siempre que digo algo en este sentido, alguien acaba por sentirse aludido y, por tanto, ofendido. A ver cómo me expreso esta vez para tratar de no sonar demasiado incorrecto. Lo que yo veo es que la novela negra es, ahora mismo, un armario desordenado en el que cabe de todo. Tienes desde las historias del asesinato que investiga una pareja de policías, hombre y mujer normalmente, en el que el hombre, por lo general, se ha dado al alcohol tras un episodio bastante antiguo a nivel personal que se deja ver poco a poco y que le atormenta, y, por otro lado, tenemos a ella, que está empezando en el cuerpo de policía y a la que unos compañeros machistas le tratan de hacer la vida imposible porque es muy inteligente y se sienten amenazados por su progresión, pero resulta que ella no es tan mojigata como aparenta, y saca un carácter que acaba por domar no solo a los demás agentes de la comisaría, sino hasta su compañero que, de pronto, deja hasta de fumar y surge una cierta tensión sexual entre ellos. Y ese carácter que ella tiene le surge también por un episodio muy desagradable que pasó en su juventud relacionado con un amigo de sus padres que tiene mucho dinero. Pues bien, conforme van resolviendo el caso, resulta que el asesino, de alguna manera, está conectado con el pasado de uno de los dos agentes, y hacia el final del libro se explica ese episodio antiguo en cuestión que, junto con la detención del malo, acaba por ser una liberación para el protagonista.


»Lo que, humildemente, creo que El ruido que nos separa aporta, es el humanizar a los personajes, es decir, el dejar un poso en cada uno de ellos cuando termina el libro, de modo que luego te quedas pensando qué habrá sido de sus vidas. Quiero decir, en la novela no importa tanto la historia como el protagonista. Dicho de otro modo, las historias no avanzan por la descripción de los acontecimientos, sino por lo que nos están contando los personajes a través de los diálogos, por lo que es muy visual y te puedes hacer una imagen sencilla en tu mente de lo que está pasando. Y, claro, estás deseando que llegue el final para ver cómo acaba todo.



P.- Salinger, Foster Wallace o Ray Loriga son tus autores de cabecera. Pero, ¿podrías darnos títulos concretos que a ti te resultaron imprescindibles para disfrutar de la literatura?


No sé yo si a día de hoy te diría que son mis tres autores de cabecera, posiblemente en su día sí lo fueron, pero, en cualquier caso sí son de mis favoritos. Por contestarte y tratar de salirme de sus obras más populares, te diría Nueve cuentos, de Salinger, La escoba del sistema, de Wallace, o Ya solo habla de amor, de Ray.



P.- ¿Podrías recomendarnos alguna novela negra de un autor nacional apta para leer en la piscina este verano?  


Hay cierta incompatibilidad en las dos partes de la pregunta. Quiero decir, por lo general, la novela negra es incómoda, y, al menos a mí, no hay nada que me irrite más que estar tranquilo leyendo en la piscina y que de pronto aparezcan niños pequeños jugando y salpicando alrededor, cuando no dándome bolazos con una pelota pequeña mientras el padre se disculpa a lo lejos con una pala en la mano… Pero ya que me lo preguntas, y aunque los escritores nacionales que más me gustan no escriben, precisamente, novela negra, y hace un año que dejé de leer este género, te diría que de los últimos que leí me quedo con El mal camino, de Mikel Santiago, 1969, de Jerónimo Tristante, y El demonio de Laplace, de Jon Aramendía.

 




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