Juan Álvarez: «Es una gozada escribir sobre paisajes familiares»

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Juan Álvarez López (Barcelona 1974) está muy vinculado a las Terras de Trives (Ourense), reside actualmente en Calzada de Calatrava (Ciudad Real). Aspecto que ha aprovechado para elegir los escenarios de su última novela Piedra, papel y Zobeira, ya que parte de la novela transcurre en El Campo de Calatrava y Terras de Trives (el paraíso terrenal según él). Allí sitúa Zobeira, pueblo de ficción en ese paraje gallego tan real. Comenzó a escribir en su adolescencia, y ha colaborado con diversos medios. Ha sido definido como un malabarista de metáforas y alquimista de reflexiones. Tiene cuatro libros autoeditados: Letrastadas, Qué cosas…, Sala de start y Hasta aquí. En el 2020 salió al mercado su primera novela La sonrisa de la huida (Editorial Libros Indie), y justo un año después se presenta con Piedra, papel y Zobeira (Editorial Libros Indie), donde mezcla historia, misterio y música.





P.- ¿De qué trata tu libro Piedra, papel y Zobeira, Juan?


La trama de la novela gira alrededor de Félix. Un músico que emigra a EE. UU., concretamente a la ciudad de Newark. Él va en busca de su propio sueño, que no es otro que el de figurar en la banda de Bruce Springsteen, recién comenzada la década de los noventa. A medida que el esférico argumental comienza a rodar, surgirán otros personajes y escenarios distintos que añadirán a la trama principal elementos como el misterio, o la huella que dejaron civilizaciones pasadas. Intentar tener al lector enganchado es lo que me interesaba, y creo que la mezcla de elementos ayuda a ello.



P.- La música, una herencia y un pasado romano se entremezclan en la historia. ¿Te tuviste que documentar mucho sobre las legiones romanas?


Sí. Intenté indagar, pero sin que resultase demasiado pesado. Lo interesante de este tema, es que a la vez que me documentaba iba escribiendo. Los aspectos de documentación, ya fuesen de vestigios romanos u otros, así como si él grabó en tal estudio, o las referencias a las zonas de New Jersey, que yo no he pisado nunca, sí que intenté que existiesen. Sin embargo, iba escrutando la información a la vez que escribía. Es una novela con diferentes ingredientes, que se unen entre sí, pero no es histórica por así decirlo. Me interesaba más que el ritmo no decayese en exceso cargando las páginas de datos. Y a la vez iba descubriendo yo mismo cosas que desconocía por completo, ya que la huella que los romanos dejaron en esos territorios es aún hoy de una importancia palpable.



P.- ¿Cómo es el pueblo imaginario de Zobeira?, ¿de qué provincia es y por qué lo quisiste enclavar allí?


Zobeira es un pueblo muy pequeño que se encuentra prácticamente deshabitado, excepto en verano. Me cuesta a veces explicar este detalle, pero desde el primer momento que me vino a la cabeza el nombre de Zobeira, empecé a divisar sus casas impregnadas de abandono. La zona en la que se encuentra es la de Terras de Trives. Siempre describo esos paisajes como el lugar del mundo en el que si te perdieses… desearías que no te encontrasen jamás. Allí está mi pueblo, aunque yo sea barcelonés. Y si le añades que todavía conservo grandes amistades allí: sin ir más lejos Fernanda Paz, que se encargó del prólogo. A día de hoy, nuestra brújula familiar a la hora de viajar o descansar, únicamente tiene ese territorio como destino. Además, en A Pobra de Trives he vivido dos momentos imborrables, ya no digo literarios, sino personales: que fue la presentación de La sonrisa de la huida el año pasado, y este verano la de Piedra, papel y Zobeira. Ver que la gente asiste, y palpar que existe un interés por algo que has escrito… uf, eso cala muy hondo. Ya anuncié el año anterior que Terras de Trives (Ourense) estaría muy presente en este libro, al igual que en el próximo. Además, es una gozada escribir y que sean esos paisajes tan familiares los que te llevan de la mano por un mundo imaginario, pero también real. Es una sensación a la que es difícil de renunciar.


  

P.- En la novela, Félix, el protagonista, viaja a Newark (EE. UU.), Campos de Calatrava y Terra del Trives. ¿Qué supone para él cada escenario?, ¿en cuál de ellos crees que le gustaría quedarse al lector?


Todos y cada uno de los escenarios son importantes para Félix. En Newark llega a ser Phil, y eso en el mundo de la música digamos que colma su sueño, pues lo llega a cumplir, ya que acaba viviendo de su pasión por tocar la batería. Nadie le pararía por la calle para pedirle un autógrafo, o hacerse foto con él. Pero seguro que si se topa con Keith Richards, Bob Dylan o Tom Waits… se le abrazarían con un torrente de aprecio desbordado. Ese era otro punto que intenté reflejar: el del raindog, o el apátrida nómada que se hace un sitio y se gana el cariño de los demás allí dónde recala.



P.- ¿Y Campo de Calatrava?


Campo de Calatrava le supone un giro brusco y voluntario, que lo conduce a un retiro ansiado, mirando con un prisma contemplativo al mundo girar. Y Terras de Trives es lo que la tierra materna le demanda: el pasado. Un lugar desconocido para él, pero al que estaba predeterminado a encontrar. En cuanto a cuál le gustaría al lector para quedarse… creo que depende mucho de cada uno. Son muy diferentes entre sí, y pese a todo, pueden llegar a estar ligadas incluso. No lo sé muy bien, sinceramente. Pero me parece una cuestión interesante. No me lo había planteado con anterioridad.




P.- En tu anterior novela, La sonrisa de la huida, también hablabas sobre música (el rock). ¿Qué significa para ti la música para querer escribir tanto sobre ella?


Ocupa un lugar muy preferente en mi vida. No como músico, que soy un negado, lo tengo que reconocer, y mira que insistí tocando en grupos, pero nada je, je. Aunque sí que me he alimentado de rock desde adolescente. Empecé a asistir a conciertos con trece años. Y cada vez que acudo a uno, o tengo en mis manos algún trabajo musical nuevo que escuchar… me sigue mordiendo el gusanillo en el entrecejo. Igual que antes. No entiendo a esa gente que te suelta aquello de ¿todavía vas a verlos? ¿No te cansan ya? A mí en su época sí, pero ahora… con los cuarenta bien rebasados, etcétera.



P.- ¿Y qué problema ves en esto?


El problema es que aquí al mundo del rock se le ha menospreciado, y no se le ha tratado como lo que es: una cultura. A ello también han ayudado en ocasiones muchos de sus seguidores, engüetandose, y quedándose en casa a la hora de abrir un poco la mente. Siempre que puedo reivindico que sin Enrique Villareal, El Drogas, Yosi de Los Suaves, Robe Iniesta, Sábino Méndez, Josele Santiago, y un largo etcétera de letristas-escritores que han escrito verdaderas obras en muchas de sus canciones, yo no me habría planteado ni un párrafo. Vamos, seguro que no.



P.- Quedaste finalista en el certamen literario La Solana (Ciudad Real) en 2019 y 2020. ¿Qué significó para ti este premio?


Una satisfacción, sí. Me presenté y me seleccionaron las dos veces. Son cosas que te alegran por los tuyos, especialmente porque el tema era el amor. Y escribir de amor es como desnudarte. Además, recuerdo ahora de forma graciosa cómo tuve que leer lo escrito en público, más concretamente en la radio, y si no llega a ser porque estaba mi mujer allí dándome ánimos… el colorado de mi rostro superaba al de los pimientos de piquillo. Es lo que tiene la timidez, que se oculta tras las páginas escritas, y luego las mejillas no mienten.



P.- ¿Cómo promocionas tus novelas?, ¿te mueves con soltura en las redes sociales? 


Intento moverla lo máximo que puedo. A veces el tiempo no te da para mucho más. Y las obligaciones no te permiten llegar a otros sitios. Pero sí, suelo ser en ocasiones bastante pesado, me doy cuenta hasta yo. Pero es que si no, con tanta oferta literaria y de tanta calidad, intentar sacar la cabeza cuesta mucho, excepto a esa legión de famosos que escriben sobre sus vidas o las vidas saludables que llevan. Perdón, ¿he dicho que escriben?



P.- Cuéntanos alguna experiencia bonita o graciosa que hayas tenido con un lector.


Que alguien te diga que lo ha leído te hace despegar. Sigo sin asimilar eso sin sentir rubor. Pero que te confiesen que les ha gustado… ahí ya vuelas al espacio exterior de alegría, sinceramente.


»Graciosa hay una reciente. En una de las presentaciones, en Quiroga (Lugo), una lectora me comentó si me había influido el hecho de que hubiese escogido Newark por la unión que tiene con Galicia, y concretamente con ese Concello (Quiroga), puesto que mucha gente emigró a Newark. Sinceramente, lo desconocía. Escogí esa ciudad porque los estudios de grabación en los que Félix intenta entrar a formar parte de la nueva banda de Bruce Springsteen estaban en New Jersey. Miré el mapa, y… Newark. Me gustó para empezar. Esa anécdota me sorprendió. Según me contaron, se conoce también a Newark como La pequeña Galicia.



P.- ¿Qué libro tienes actualmente en tu mesita de noche y por qué?


Nada, de Carmen Laforet. Porque leí sobre esta novela y me parece muy interesante la forma en la que plasmó esa Barcelona de «buscavidas», de una guerra que deja en sus calles un halo de asfixia que contrasta con la belleza que alberga. Me parece una novela en la que a la vez te puedes sentir gustosamente atrapado.



P.- ¿Podrías recomendarnos una novela de romanos que te haya gustado especialmente?


Circo Máximo: la ira de Trajano, del escritor Santiago Posteguillo.

 

Y antes de finalizar, me gustaría felicitarte y darte la enhorabuena por la labor que llevas a cabo, y que me parece digna de mención, pues el contenido que aportas es muy interesante y de gran utilidad. Gracias, María.

  


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