Cómo comenzaron las novelas basadas en hechos reales

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Cuando vemos por la televisión que una película está basada en hechos reales, puede tener más gancho, y supone un gran reclamo para futuros espectadores. De eso, no cabe duda. Pues lo mismo ocurre en la literatura, nos preguntamos ¿qué le habrá pasado que sea tan importante como para escribir un libro?, ¿para que esta historia sea digna de ser publicada? Aunque luego aparece Elegía, de Philip Roth, y me duermo. Alguien me dijo para seducirme a leerla: "Es durísima, verás todo lo que le ocurre". Y, sinceramente, he leído novelas mucho más duras. No me cansaré de recomendar En busca de la felicidad, de Douglas Kennedy (perdón por el inciso de Roth, no sabía dónde meterlo y cayó aquí).


Vamos a echar un poco la vista atrás. El escritor inglés Daniel Dafoe (1661-1731) comenzó su carrera como novelista imitando a otras narrativas que se acercaban a lo documental, y ahí escribió Diario del año de la peste. A finales del siglo XIX, se comenzó a desarrollar el método científico, y justo antes hubo una moda que supo conjugar muy bien novela e historiografía. Walter Scott (1771-1832) se consideraba un mago en esta mezcla de géneros, con ejemplos como Invanhoe Los últimos días de Napoleón




En la actualidad, entendemos como "novela de no ficción" la que recrea sucesos reales. Este término lo definió Truman Capote. Podemos encontrarlo en su novela A sangre fría, subtitulada Retrato verdadero de un asesinato múltiple y sus consecuencias, en 1966. ¡Toma ya! La novela de Capote se convirtió en un éxito de ventas. El 15 de noviembre de 1959, en un pueblecito de Kansas, fue brutalmente asesinada en su casa una familia. Los crímenes no tenían ningún motivo aparente. Cinco años más tarde, Dick Hickcock y Perrry Smith fueron ahorcados al ser declarados culpables. A partir de estos hechos, Capote comienza investigar y a hacer entrevistas, centrándose en los dos criminales psicópatas como si de un documental se tratase. Es decir, el origen de este método venía del periodismo: hojas sueltas, testimonios de criminales, relatos, batallas, espías, etc. 


El libro de Capote añadió un epígrafe más a la historia de la literatura del siglo XX: la narrativa documental. Otros ejemplos los encontramos en Tom Wolfe (Lo que hay que tener, 1977) en Norman Mailer (Los ejércitos de la noche, 1968) o en Thomas Keneally (La lista de Schindler). Este último se tituló El arca de Schindler, publicado en 1982 y ganador del Premio Booker, durante un tiemop, se consideró un libro de Historia en Estados Unidos. Trata sobre Oskar Schindler, miembro del partido Nazi. Salvó a 1200 judíos de los campos de concentración de Alemania y Polonia. Mailer se basó en personajes reales para escribir la historia.



Tom Wolf, por su parte, empezó su carrera literaria como periodista especializado en la cultura popular de Estados Unidos, y luego comenzó a elaborar ficciones en novelas más extensas, como en Radical Chic, que trata sobre un grupo de intelectuales progres neoyorkinos que apadrinan un espectáculo para recoger fondos destinados a los Panteras Negras. 


El Nuevo Periodismo como corriente narrativa se puso de moda en Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970. Tom Wolfe fue el representante de este movimiento literario, y lo podemos ver en su libro de 1973 (El periodismo literario). En él, describía la realidad social contemporánea, pese a que esta tarea estaba desdeñada por novelistas literarios, ya que argumentaban que estos escritores estaban "demasiado obsesionados por el mito, la fabulación y los trucos de la metaficción para darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor", afirma David Lodge. 


En el Nuevo Periodismo de Tomas Wolfe se mantenía que había cuatro técnicas que el nuevo género había tomado prestadas de la novela:


1- Contar la historia con escenas y no con resúmenes. 
2.- Preferir el diálogo al estilo indirecto.
3.- Narrar los acontecimientos desde el punto de vista de alguien que participó en ellos.
4.- Mostrar detalles de la ropa, el lenguaje, objetos, personalidad, estatus social, etc. 

 


Además, podría sumarse a la lista: 1) el presente histórico (hace referente a acciones pasadas con tiempos en presente: "Cuando Colón descubre América, los Reyes Católicos llaman a la Corte a...") empleado por Carlyle en su Historia de la Revolución Francesa, 1837, y 2) el narratario (donde el escritor se dirige al lector para contar el acontecimiento).


Y sumado a lo anterior, se puede emplear la ironía o el suspense. De esta manera, el lector acompaña al personaje en sus desdichas, victorias y sufrimientos, porque el escritor lo cuenta con cercanía. Los detalles pueden parecer inventados, pero lo cierto es que el ensayista escocés Carlyle del siglo XIX se documentó muy bien en su Historia de la Revolución Francesa, sobre todo porque aporta fuentes históricas de pequeños detalles. Lo que hizo Carlyle fue que "se sumergió en los documentos de la Revolución Francesa como lo haría un historiador, y luego sintetizó y dramatizó su masa de datos como un novelista moralista", apunta David Lodge. Tanto fue así, que Dickens fue un gran seguidor de este libro, y por ello tenemos ejemplos en sus novelas como Historia de dos ciudades, publicada en 1859. 


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En la novela de ficción las técnicas que se emplean en la narración le generan un interés, una intensidad y una emoción al lector difícil de explicar, y más si tiene el lema publicitario de "verdad". Todo ello le confiere un poder antes de empezar a leer. 


Hoy en día, este debate no adquiere tanta popularidad, pues gran parte de las novelas están basadas en hechos reales. Si no es en su totalidad, sí gran parte de ella. Y tú, ¿qué libro recomendarías "basado en hechos reales"?

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