Un recorrido musical por «Por si un día volvemos», de María Dueñas

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Escrito por Ainhoa Escarti. La música es otra forma universal de expresión y, como los libros, es capaz de transportarnos por sus historias. Hay libros que no solo se leen: se habitan. Propongo una lista de reproducción inspirada en un libro, para que el viaje de leer también transporte a tus oídos. Empezamos con Por si un día volvemos de María Dueñas y enseguida entendemos que su historia es un viaje emocional que nos lleva a otros lugares y épocas. En este sentido, me pareció importante incluir piezas musicales de la época, canciones que podrían haber llegado a través de la radio y su peculiar ruido, o gracias a un vinilo dando vueltas en un tocadiscos. Así propongo un acercamiento más emocional que nos lleve a ponernos las gafas del momento histórico en el que sucede.


La propuesta musical no se detiene y, además, pretende realizar un viaje interno a través de compositores y voces femeninas que tratan de empatizar con las emociones que se plasman en la novela. La búsqueda de una misma, la mirada femenina reivindicándose, el sentimiento de pertenecer en una serie de piezas actuales que no recogen la época, pero sí un mensaje que atraviesa la novela. Así, la playlist no es un mero adorno: es una forma de expandir el libro dándole nuevos significados y reflexiones, dándole así, con sonido interno, una respiración propia hecha de voces ajenas, de notas ajenas.


La música abre habitaciones, ilumina detalles, revela pliegues que a veces pasan desapercibidos en silencio. Convirtiéndose en la mejor compañía cuando nos sentamos en nuestro rincón favorito a disfrutar de una lectura. Esta lista de reproducción —seleccionada para acompañar el libro— es una mezcla de épocas, voces, mujeres que resistieron, cadencias que bailan entre la nostalgia y la fuerza. Un puente entre lo que se vivió, lo que se recuerda y lo que vuelve transformado.


Sin hacer spoiler ni destripar la novela, os propongo un viaje a través de los cuatro momentos centrales del viaje de Celia Belmonte.

 



Al comienzo de la novela, Celia Belmonte se ve obligada a irse de España camino de Orán en la Argelia francesa.



1. Danza ritual del fuego – Manuel de Falla (1915)

En mis playlists siempre hay hueco para compositores de música clásica. Rescato en esta ocasión al compositor gaditano Falla, que compuso esta pieza como un exorcismo: un baile para ahuyentar los malos espíritus. Es visceral, rápida, telúrica. Su tipo de espiritualidad tiene que ver con lo antiguo, con esas raíces básicas donde los sentimientos primigenios de los humanos tienen voz para hablar.



2. Gallo rojo, gallo negro – Sílvia Pérez Cruz & Raül Fernández


Una canción que es casi un rezo. La interpretación delicada y punzante de Sílvia Pérez Cruz convierte esta historia en un susurro lleno de duelo y coraje. Sílvia tiene la capacidad de explorar la vulnerabilidad y la fuerza, el desarraigo, con una delicada potencia. Así, la nueva versión de esta canción se vuelve una especie de rezo que además de representar al pasado nos abre una mirada al presente. Hermana con el libro en su diálogo con los que tuvieron que irse, con lo que se dejó atrás, con las heridas colectivas que todavía arden. Su espíritu encaja con esos capítulos del libro en los que el pasado pesa, pero no inmoviliza.



3. Nocturno en Mi Mayor, Op. 9 N.º 2 – Chopin (1832)


Chopin es uno de mis compositores favoritos y jamás falta en mis lecturas. Estamos ante quizá el nocturno más conocido: sentimentalista, nostálgico y con toques románticos. Tiene una elegancia íntima que envuelve, como si iluminara apenas lo necesario. Sirve como bálsamo para el alma. Indispensable.



4. Con toda palabra – Lhasa de Sela (2003)


Lhasa es una herida luminosa. Su forma de cantar parece convocar a las almas buenas, a cierta luz que ilumina desde lo radiante y que puede deslumbrar. Con toda palabra habla de la lealtad, del afecto que no se apaga, de las despedidas que todavía arden. En el libro, suena como un diálogo entre lo que se quiso y lo que se dejó ir. Personalmente, ha sido el descubrimiento que he hecho durante la investigación para este post.

 




 Orán en el periodo entre guerras, los comienzos siempre son complicados para los que emigran. Cecilia sobrevive a la dureza de los trabajos ofreciendo una gran resiliencia. Pero hay una sombra, porque los secretos siempre nos acechan. Para ello he seleccionado sonidos de aquellos tiempos y voces desgarradoras.



5. Les mômes de la cloche – Édith Piaf (1936)


La voz de Piaf, rota, arrastra las sílabas a través de las letras de las canciones, aportando por sí misma su propio sonido característico. Piaf siempre suena a mujer rota, pero hay en el fondo de su voz un timbre contagiado de cierta esperanza nostálgica. Esta canción —una de las primeras que interpretó— habla de quienes crecieron al margen, de esas criaturas de la campana que conocen el mundo desde abajo. En el contexto emocional del libro, suena como un recordatorio de que los comienzos nunca son limpios: suelen estar llenos de barro, decisiones difíciles y una luz tenue que apenas alcanza para avanzar. Sinceramente, Piaf no puede faltar si hablamos de historias de mujeres en estas épocas.



6. Moonlight Serenade – Glenn Miller (1939)


Si hablamos de otra época, de cine clásico, siempre me viene a la mente Glenn Miller, que tantas veces ha sido banda sonora para historias que se nos quedan en las retinas. Me parecía indispensable para el recorrido histórico-emocional que estamos haciendo. La nostalgia hecha swing. Suena a noches claras, a despedidas en estaciones, a promesas bajo luces tenues. Glenn Miller captura el espíritu de una época como si la atrapara para una cápsula del tiempo.



7. Se telefonando – Mina (1966)


Rescato esta canción poderosa de los sesenta para poner ritmo y encanto, sin olvidar el trasfondo. Una joya pop italiana con una orquesta vibrante y una interpretación impecable. Mina canta ese vaivén entre el deseo y la despedida que todos hemos sentido alguna vez.



8. La Petite Tonkinoise – Joséphine Baker (1930)


Hasta que me encontré con intérpretes de la época en la que sucede el libro, no había visto ni escuchado nada de Joséphine Baker. Sin duda, es una fuerza de la naturaleza, realmente osada y valiente, que nos muestra una cara social y cultural. Si no la conoces, te recomiendo echar un vistazo a su biografía y descubrir también a la persona y al personaje. Baker era pura libertad. Esta canción tiene humor, exotismo a la antigua (con todos los clichés) y una energía juguetona.



9. Wild is the Wind – Nina Simone (1966)


Nina Simone no canta: incendia. La potencia de su voz, los claroscuro en los que es capaz de enmarcar cualquier letra, es imprescindible cuando tratamos historias de mujeres. Porque en pocos minutos es capaz de remarcar la fuerza y la garra de las supervivientes. Su interpretación es tan íntima que parece un susurro al oído, porque en ocasiones no hace falta nada más. Wild is the Wind es el retrato perfecto del amor frágil, errante, libre. Esta canción acompaña con elegancia devastadora a nuestra protagonista en los momentos de decisiones complejas.



 

 Madame Aubert es el nombre que toma la protagonista cuando asciende socialmente y las preocupaciones ya no son únicamente sobrevivir. La mezcla de piezas de música clásica exótica, con canciones modernas que hablan del viaje interior de la protagonista trazan transversalmente el viaje por las páginas.

 


10. Big God – Florence + The Machine (2018)


Florence Welch canta como quien se desgarra para renacer. Es un ave fénix hecha voz. Fuerte y potente, capta la feminidad con la fuerza propia del sexo, sin olvidar las emociones que nos hacen crecer. Big God es un espejismo emocional: magnética, poderosa, visceral. Representa la parte del libro donde las emociones desbordadas necesitan un cauce; cuando nos desbordamos pero logramos reconducirnos a lugares donde todo encaje.



11. Danza española n.º 5 “Andaluza” – Granados (1890)


Con un punto exótico, el compositor nos propone un estado de casi embriaguez de calma y bienestar. Melodía dulce y doliente, como un lamento que sonríe. Granados sabía cómo acariciar y herir al mismo tiempo, y esta danza es ejemplo perfecto.



12. Tango, Op.165 n.º 2 – Albéniz (1890)

Melancolía española en estado puro. Albéniz tiene esa forma de transformar la nostalgia en belleza luminosa. Para que la oscuridad y la vulnerabilidad no lo llenaran todo, opto por una pieza del compositor con cierta chispa de amor a la vida. Este tango no es para bailar: es para recordar, abrir bien los ojos y perderse en las hojas. Encaja con los pasajes en los que miramos al pasado para caminar hacia el presente.



13. Mariners Apartment Complex – Lana Del Rey (2019)


No podía faltar esta cantante si hablamos de feminidad. Es una voz del presente cuyos temas también podrían hablar de las mujeres del pasado. Lana canta a la dignidad, a ser malinterpretada, a reclamar la propia historia. Es una canción que habla de volver a casa —o de construirse una nueva— desde la calma y la conciencia. Para quienes se marchan o regresan cargando equipaje emocional, este tema funciona como un ancla suave que encaja muy bien con la historia que cuenta la novela.

 



 Al final de la novela con toda una vida a las espaldas en un convulso Orán, Cecilia vuelve a ser Belmonte dejando su apellido francés atrás. Comienza el final de un viaje interior sobre su propia identidad. Aquí he optado por piezas claroscuras.



14. BAGDAD (Cap.7: Liturgia) – Rosalía (2018)


Otra voz obligada es Rosalía y sobre todo su álbum El mal querer. Muchos títulos de ese disco podrían tener hueco para esta playlist, pero Bagdad es una pieza fuerte y vulnerable sobre caer irremediablemente. Es el lamento reinventado. Rosalía toma el Cry Me a River de Justin Timberlake y lo transforma en una plegaria gitana-electrónica, íntima, vulnerable. Cabe destacar la necesidad de detenerse a visionar la joya del videoclip lleno de simbolismo. Deja ver la caída, pero también la belleza que puede haber en tocar fondo. Es perfecta para momentos del libro donde los personajes deben aceptar pérdidas que no saben nombrar.



15. O vis aeternitatis – Hildegard von Bingen (siglo XII)


Un himno que parece elevar todo lo que toca. Hildegard compuso música para abrir ventanas espirituales, y este canto tiene esa cualidad de lo eterno: un espacio donde el tiempo se estira. Hay en sus notas cierta elevación a pensamientos mejores, a una conexión con la espiritualidad que forma parte de la construcción de la identidad de los personajes. Porque cuando vamos y venimos por la vida, dejando trozos de nosotros mismos, hacemos un ejercicio de espiritualidad que queda muy marcado por esta pieza hermosísima.



16. On the Nature of Daylight – Max Richter (2004)


Posiblemente una de las piezas más emotivas de la música contemporánea. Max Richter compone con una delicadeza que parece detener el tiempo; en ocasiones resulta tan etérea que podría captar ideas. Un descubrimiento musical que bien podría acompañar muchos otros libros.



17. Love in the Dark – Adele (2015)


Una de las mejores voces de su generación, capaz de captar y expresar como si en vez de cantar interpretara su propia vida. Esta canción, con un toque profundo y melancólico, es el broche de oro para esta playlist que pretende hacer sentir. Es una despedida que se dice llorando por dentro. Adele canta lo que duele dejar incluso cuando es lo correcto. Lo dice con lamento profundo, pero con cierta chispa de esperanza hacia tiempos mejores, porque sin esa toxicidad de trasfondo esos tiempos mejores existirán.



 

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Esta playlist no pretende explicar Por si un día volvemos, sino expandirlo. Es una propuesta para leer acompañada. Música que abraza, que suspende, que duele o que empuja hacia adelante.





Y tú, ¿has leído el libro Por si un día volvemos?, ¿te atreves a escuchar estas canciones mientras disfrutas con su lectura? 


Escrito por Ainhoa Escarti

 

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