Lo que nos gusta una ola de calor no tiene precio, sentirnos como el vigilante de una pirámide en agosto, como un lagarto a las tres de la tarde sobre las plácidas arenas del desierto de Sonora. ¡No vamos a huir del calor! Vamos a mimetizarnos con él, a ser uno en dos elementos, a camuflarnos en ese chorro brillante del canalillo, a ser el ave fénix resurgiendo de nuestras propias cenizas. Llegaron las increíbles... ¡novelas para sentir aún más calor! Lo que todos estábamos esperando.
Porque sí, porque el factor climático influye en los escritores de la zona o en las vivencias del escritor, como ya vimos en las novelas de Escritoras traducidas al español nacidas en los lugares más fríos del planeta. El calor se desarrolla como un personaje más, lo embadurna todo, es pegajoso. Vamos a empezar con una cita de García Márquez.
Era el mes de marzo y el calor se derramaba en chorros por entre las grietas de las casas, como un líquido invisible que lo ablandaba todo. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad (1967).