¿Cómo debemos contar una historia?

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Saber narrar historias puede ser vital para la supervivencia, sobre todo para permanecer con dignidad en el sector del libro. El arte de narrar se traslada a pequeños hábitos del día a día que pueden ser cruciales a la hora de plasmarlo en un folio en blanco. Como, por ejemplo, las relaciones sociales, ya que pueden convertirse en oro si sabes cuál es el mensaje que quieres comunicar y, sobre todo, dejarte llevar. 


El lenguaje, la narración, es más viejo que el comer. Cuando no existían los talleres de narración ni los libros impresos siquiera, había historias, había narraciones para transmitir ideas y propósitos. Es un arte que se ha ido pasando de generación a generación hasta profesionalizarse y hacerse cada vez más persuasivo. Saber contar una historia es fruto de grandes éxitos literarios. Muchas veces, en mi día a día pienso, ¿cómo escribiría esta escena que estoy viendo?, ¿en qué focalizaría más la atención en una pareja que se besa, en el beso o en la mirada, por ejemplo? Me parece un buen ejercicio para contar lo mundano de forma extraordinaria. 


Y es que nuestro cerebro es otro distinto cuando nos implicamos al leer o contar una historia que si nos limitamos a contar datos o a leer esquemas. Nuestra mente cambia, se trastoca y se alza hacia el entretenimiento. ¿Por qué? Porque las historias consiguen involucrarnos, empatizamos con ellas, nos emocionan, y si está bien contada es complicado que la olvidemos (como Claus y Lucas, de Agota Kristof). Decía Ken Follett que siempre le tienes que dar al lector una parte que él mismo pueda vivir también o haya vivido para poder conectar con él; y por otro lado, darle aquello que no será capaz de conseguir (lujo, dinero, éxito) para que se embriague con lo que está viendo. 



Contar historias es un arte, al igual que contar un chiste, hasta el marketing lo sabe. Las palabras son muy parecidas a la magia, a esos conjuros difíciles de olvidar. Por eso, debemos saber usar las palabras, hilarlas para que cobren sentido, para que lleguen al interlocutor, para que nos ayuden a explicarnos y a ser entendidos. Los talleres de escritura no están para decorar la oferta formativa. En ellos puedes aprender muchas técnicas que al lector se le escapan cuando lee pero que saber reconocer en su conjunto que es una novela soberbia. 


No obstante, voy a darte estos pequeños consejitos de ayer y hoy. 



La importancia del principio y el final


Yo creo que es vital tener la frase inicial del libro (o al menos me encanta pensar frases de inicios en mis escritos) y también cómo va a terminar para así tener claro cuál va a ser el objetivo, la idea, por qué escribes lo que escribes, vaya. Es normal dejarse llevar durante el desarrollo de la narración, pero el principio y el final no se improvisan, porque, si no, no tendrás el efecto deseado. 



Cuenta lo que sea importante

 

Andrew Stanton (guionista de las tres entregas de Toy Story y Wally-E), opina: «Quizá sea el mandamiento más grande de la narrativa. Por favor, ¡haz que me importe! En lo emocional, en lo intelectual, lo estético..., haz que me importe». Pero esto pasa también con el día a día. Cuando llegamos a casa, contamos lo que es relevante, para tener la atención de nuestro interlocutor. ¿Cuántas veces oímos... Fulanito de tal me ha parado en la calle y me ha contado cosas que me importan una mierda? ¡Claro! Nosotros sabemos discernir, pero, digo yo, eso mismo se puede contar igual pero con un carácter importante.




Involucra al lector



Esto es muy importante, hay que involucrarlo. ¿Cómo se hace esto? Pues o bien haciéndole partícipe de esta historia o dejándole que piense. No se lo des todo mascado, que él saque también sus propias conclusiones. Hay partes en una novela que no se han vivido, pero el lector tiene que saber también opinar si eso es lo correcto o no. Para ello, hay que contar con todos los recursos que tenemos a nuestro alcance. Al respecto, dice el escritor Jostein Gaarder: «Un cuento siempre adquiere los colores que le otorgan el narrador, el ámbito en que se cuenta y el receptor», Jostein Gaarder. 



Ya sabéis, el escritor tiene el poder, debe ser un mago de las palabras. Hacer orgasmos de emociones con ellas, que parezca fácil lo que hace y cómo lo hace. 



Nos encantan las historias. Nacimos para esto. Las historias afirman quiénes somos. Todos queremos confirmar que nuestras vidas tienen sentido. Y nada nos reafirma más que conectarnos mediante historias. Porque pueden atravesar las barreras del tiempo: pasado, presente, futuro; y nos permiten experimentar las similitudes entre nosotros y con los demás, reales e imaginarias. Andrew Stanton


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