Víctor Pasanau: «Para enmarcar una historia no hay nada mejor que recurrir a la cultura pop»

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Víctor Pasanau (Sabadell, 1982), creció en los noventa pegado a la tele y rodeado de tebeos. Con dieciséis cumplió su sueño de hacer dibujos animados en el estudio Acció, creadores de 10+2. Allí trabajó también en varios largos, como El Cid de Filmax, mientras completaba sus estudios en la escuela de cómic Joso de Barcelona. Desde entonces, su carrera de ilustrador le ha llevado a trabajar para El Jueves, o a vivir en Inglaterra e Irlanda, mientras hacía crecer sus colecciones de cómics, películas y juguetes retro. También ha colaborado en la revista de humor Amaníaco, publicado un webcómic y escrito críticas de cómics y cine en webs especializadas. Desde el 2018 comparte su pasión por lo retro en Nostalgia Pop.






P.- ¿De qué trata Bubo?


La historia de Bubo está ambientada en 1992, donde el protagonista, Bubo, un niño de diez años con una vida perfecta, ve por casualidad Los vigilantes de la playa y se enamora perdidamente de Pamela Anderson. Un día descubre que tiene la posibilidad de conocerla, y por cumplir ese sueño, pone en jaque toda su vida perfecta y sus valores. Pero Bubo también es un retrato de los años noventa a través de los ojos de un niño que está creciendo demasiado deprisa.



P.- ¿Por qué crees que te influye tanto tu gusto por las referencias culturales de los años noventa?


Para mi la cultura pop es muy importante, he crecido con ella y siempre me ha acompañado. Puedo asociar cada momento importante de mi vida con una película, programa de la tele o canción. Pero eso no me ocurre solo a mí, de hecho está comprobado que para enmarcar una historia en una época determinada no hay nada mejor que recurrir a la cultura pop. Otra cosa es saber hacerlo bien.



P.- En la novela, podremos disfrutad de multitud de referencias culturales pop. Pero, dinos, ¿con qué dibujos animados te quedas?, ¿con qué juguete digno de tu generación?


La mayoría de referencias de juguetes y dibujos animados que aparecen en la historia son los que más me han marcado, aunque no por ello son los más generacionales. Por ejemplo, Bubo, el protagonista del libro, vive obsesionado con unos peluches llamados los Temblors (por cierto, fabricados en Alicante) porque yo también me obsesioné con ellos de pequeño. No fue hasta que con treinta y cinco años me los pude comprar, quitándome así la espinita. Claro que eso me llevó por un camino sin retorno, el de querer recuperar todos aquellos juguetes que perdí al crecer. La parte positiva de mi obsesión por la cultura pop de esa época es que se ha convertido en un proyecto más grande llamado Nostalgia Pop.


»Sobre dibujos animados hay un capítulo entero dedicado a un especial contra la droga llamado Estrellas de los dibujos animados al rescate, que todos los que hemos crecido en los 90, no olvidaremos jamás.



P.- ¿En qué medida la historia de Bubo está inspirada en ti?


Ahora se ha puesto muy de moda el género ficción autobiográfica, al que creo que pertenece Bubo. La historia troncal es ficción, pero está salpimentada de experiencias personales. Algunas porque me hacían gracia y le daban ese punto nostálgico pero certero que quería para el libro, y otras porque, simplemente quería hacer un homenaje, por ejemplo a mis abuelos. Es gracioso porque cuando mis padres se lo leyeron les desconcertó reconocer algunos lugares, personas y situaciones, pero no otros. Mi hermano lo definió muy bien cuando me dijo el hermano del protagonista soy yo, pero a la vez no.



P.- Cuéntanos, ¿quién ha sido el responsable de crear la imagen de cubierta y las ilustraciones del interior?, ¿por qué habéis optado por ese diseño?


Para las dos cosas he recurrido a amigos. La gente me pregunta mucho porque no lo he hecho yo mismo ya que soy ilustrador. La gran verdad es que el libro nace de un momento muy traumático de mi vida en el que estuve viviendo en el extranjero y la situación me desbordó por completo. Una de las secuelas que me dejó fue quitarme el amor por el dibujo, así que una vez terminado el manuscrito me vi incapaz de hacer las ilustraciones, por lo que hablé con dos buenos amigos, Ricardo Jurado y Silvia Ortega, para que me echaran un cable.


»La ilustración de la portada la tenía clara, había visto muchas del estilo que me gustaban y solo le pregunté a Ricardo si se veía capaz de hacerla, y el resto es historia. Le agradezco muchísimo el esfuerzo porque, al igual que en la novela, para la portada era fundamental las referencias a la cultura pop. Así que le pasé una lista de referencias (lomos de VHS incluidos) para que no faltaran en la ilustración, e hizo un trabajo increíble. No sabes la de gente que me felicita por la portada. Las ilustraciones interiores fueron otra historia. Para mí era importante que el epílogo del libro acabara a modo de chiste final con una foto de alguien que no desvelaré, pero como no sabía si tendría problemas con los derechos de autor, opté por ilustrarla. Silvia tiene un estilo de dibujar pin-ups que me vuelve loco, así que se lo dije y, al ver lo chula que estaba quedando la ilustración final, pensé que el libro se quedaría cojo sin una ilustración inicial. Así que acabó en dos ilustraciones.



P.- ¿Te llegaste a obsesionar por esta historia en algún momento?


Sí, claro, además yo soy por naturaleza una persona obsesiva. Cuando estoy creando algo suelo vivirlo muy intensamente hasta el punto de no dejarme dormir. Con Bubo me obsesioné, sobre todo con el tono que quería darle y el nudo de la historia. Y es que sabía cómo empezaba y como acababa pero ¿qué pasaba en medio? Y lo más importante, ¿cómo llegaba hasta ese final? Siendo sincero no es la historia que más me ha obsesionado, llevo veinticinco años dándole vueltas a una historia en mi cabeza que, si todo va bien, es hora de sacarla para mi siguiente novela.



P.- ¿Cuál fue el propósito de esta novela?, ¿por qué quisiste escribirla?


En un principio fue porque estaba leyendo una novela americana basada en los ochenta y pensé que por qué no se había escrito algo así pero ambientado en España. Estaba seguro que, como yo, habría a quien le gustaría leerla. Se lo comenté a unos amigos escritores y me animaron a hacerlo. Luego fue algo casi terapéutico. Como ya he dicho antes, estaba en una etapa muy difícil de mi vida y la novela fue mi vía de escape. Mientras escribía me lo pasaba tan bien que se convirtió en una salida creativa a la que aferrarme cada día.



P.- Antes de publicarla, creaste un proyecto en Verkami. ¿En qué grado te ayudó?, ¿se lo recomendarías a otros escritores?


Me ayudó a saber que no estaba solo y que, como yo creía, había un público que quería leer algo así a pesar de ser de un escritor novel. No se suele hablar de lo jodido que es el proceso en el que envías tu manuscrito a editoriales que no se van a dignar en responderte nunca. El nivel de frustración es bestial. Yo me pasé medio año con la novela escrita guardada en un cajón pensando que era una porquería hasta que mi entorno me convenció de que intentara al menos sacarla por crowdfunding.


»El crowdfunding me ayudó a hacer difusión y a sentirme muy arropado. Para quien no lo sepa en Verkami tienes cuarenta días para recaudar el dinero que te has puesto como meta, durante ese proceso tienes que llegar a cuanta más gente posible y convencerla de que quieren tu libro. La experiencia es emocionalmente agotadora porque esos días los vives intensamente, pero hay un sentimiento de comunidad y de apoyo que te hace darlo todo cada día. Pero también hay que saber que después de esos cuarenta días viene el trabajo de verdad porque tienes un compromiso con la gente. Yo me exigí demasiado y no he disfrutado tanto del proceso, porque aunque se tratase de una autoedición quería que fuera lo más profesional posible y ahí entran muchas cosas que no dependen de uno mismo. Y para alguien como yo eso es algo muy estresante, y aún lo sigue siendo porque aún no siento que se haya acabado. Aún con todo eso, lo recomiendo totalmente. Es una experiencia difícil y agotadora pero también muy bonita y gratificante.



P.- ¿Qué novelas te inspiraron de la década de los noventa a las que guardas un especial cariño?


Me encantaría decirte un clásico de la literatura, pero la verdad es que yo de niño leía cosas muy raras, no me gustaban los libros que me hacían leer en el cole y para que leyera mi madre me compraba lo que fuera, como por ejemplo novelizaciones de películas como Casper, Jumanji, Super Mario Bros o incluso La máscara. Ese era mi tipo de lectura hasta que cayeron en mis manos los libros de Pesadillas de R. L. Stine y descubrí que existía una literatura hecha para mí.



P.- ¿Cómo era tu método de escritura?, ¿escribiste todas las escenas seguidas o algunas desordenadas y luego las juntaste?


Siempre supe cómo acababa el libro, a partir de la escena final construí el libro entero. Una vez tuve clara la historia me hice una estructura de toda ella. Luego escribí una escaleta con una vaga descripción de todos los capítulos para controlar el ritmo del libro y equilibrarlo. Como transcurre durante un año escolar, recurrí a un calendario del 1992-1993 y me marqué en qué fecha pasaba cada capítulo. ¿Os he dicho que soy algo obsesivo?


»El único capítulo que escribí fuera de la estructura base fue el de los amigos de Bubo. Una vez acabada la novela se la di a leer a amigos y familiares y todos coincidieron en que esos personajes merecían su propio capítulo. Pensé que me costaría retomar la historia una vez acabada, y para nada, me fue muy fácil volver a los personajes y a su historia. La verdad es que lo agradezco porque tenían toda la razón y es uno de mis capítulos preferidos.



P.- ¿Podrías recomendarnos una novela que también sea evocadora para tu generación (preferiblemente de un autor español)?


Me gusta mucho California 83 de Pepe Colubi, Feria de Ana Iris Simón y Panza de burro de Andrea Abreu, aunque estas dos últimas no son novelas al uso pero saben transmitir esa nostalgia y naturalidad que tanto me gusta y creo que tan difícil es transmitir.





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