La misteriosa identidad de Shakespeare

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Hoy se celebra el Día del Libro, y, entre otras cosas, el nacimiento y muerte de William Shakespeare, y yo he querido celebrar este día desde el sofá (tampoco es que se pueda hacer mucho más, dadas las circunstancias) con un documental al que ya tenía ganas de ver, El código Shakespeare, en Amazon Prime (2017). En él se cuenta la verdadera identidad del escritor inglés y qué pistas esconden sus obras que nos llevan a unos de los mayores tesoros de la Tierra. Enigmas hay muchos en la Tierra y pueden llegar a cansar, pero si mezclamos literatura y enigma, entonces las palomitas están aseguradas. 

He querido contaros en qué se basa el documental para afirmar, lo digo desde ya, que Shakespeare era una figura inventada. Al no ser un autor obligatorio en las escuelas españolas, no lo conocemos tanto como un estudiante inglés, así que he cogido este documental con más ganas que nunca. ¿Preparados para el enigma literario de todos los tiempos?, ¿quién fue realmente Shakespeare y por qué se inventaron esta figura?



CÓDIGOS OCULTOS SOBRE EL PAPEL

El documental El código Shakespeare lo dirige Robert Crumpton, un historiador que escribió su tesis doctoral sobre Shakespare, también ha representado sus obras en el escenario y afirma que el escritor está en todos los aspectos de su vida. 


Pronto sale a la palestra Petter Amundsen, un noruego que le ayuda a esclarecer sus teorías sobre Shakespeare, pero lo que le ofrece es mucho más de lo que hubiera imaginado. Amundsen afirma haber descubierto los códigos esteganográficos de las obras de Shakespeare (aunque no ha sido el único, por supuesto), y cree que hay un mensaje secreto en el primer infolio de las obras de William. ¿Qué es el infolio? Es un libro donde aparecen las obras más importantes del autor inglés, recopiladas por algunos de sus colegas actores tras su muerte. Solo quedan unas cuarenta copias en el mundo, y cada una está valorada en 15 millones de libras. Petter cree que en la primera página, hay un código escondido en el poema dedicado por Ben Jonson, titulado Al lector, y que comienza así: Esta figura que ves aquí presente.

Primera página del infolio con el poema Al lector


En todo esto, hay otra figura clave, que será Francis Bacon, el mejor ensayista de su época y un experto en gematría (asignar un número a cada letra del abecedario para obtener mensajes en clave). ¿Comenzamos con las coincidencias? Ben Jonson fue sobrino de Francis Bacon y pariente lejano del mismo Shakespeare. Bien, Petter Amudsen apunta que detrás de la figura del escritor inglés había dos personas: Francis Bacon y Henry Neville, ambos contemporáneos del periodo isabelino y jacobino. ¿Por qué lo cree? Porque en este primer poema aparece un anagrama con las letras de Neville, y en otros, casualmente, aparece este nombre cerca del anagrama TWO (dos personas como la autoría) al principio de cada renglón. 

El primer infolio se divide en tres partes: comedias, historias y tragedias. ¿Cuántas veces aparece el nombre de Bacon en todas estas obras? Dos. Sí, solo dos. La primera es en la comedia La alegres casada de Windsor, y la segunda en el primer acto de la obra de Enrique IV, en el apartado de historias. ¡Pero lo más curioso es que en las dos secciones aparece en la página 53! Para que esta sección coincidiera justo en la página, los tipógrafos de la época se saltaron de la página 46 a la 49. ¡Menudos listillos!

¿Qué ocurre con el número 53? En el siglo XVII surgió una misteriosa pero influyente hermandad, los rosacruces, donde el número 53 y el 106 (el doble) tenían una gran importancia simbólica. ¿Y quién era su máximo representante? Francis Bacon. Estos dos números eran esenciales en el ocultismo. Entre 1614 y 1615 se publicaron dos libros en Alemania: Fama Fraternitatis: la fama de la hermandad y Confesión, que fueron esencial para los rosacruces. Su fundador fue el Padre R. C., que murió a los 106 años. Los rosacruces tenían una red secreta de conocimiento bajo las letras R. C. Muchas de sus obras llevan la marca de agua R. C., y esto ocurre también en la página 53 del primer infolio.

¿Comenzáis a ver la red simbólica? Los rosacruces estaban obsesionados con la numerología o la geometría de la cábala; es decir, para ellos, todo funcionaba en términos numéricos. No obstante, esta hermandad debía mantener todo esto en secreto porque estaban perseguidos. Por ello, las obras de Shakespeare fueron la forma más efectiva de divulgar el conocimiento de la historia, religión, política y ciencia, justo lo que los rosacruz se dedicaban a divulgar. De hecho, la palabra rosacruz no aparece en las obras de Shakespeare, pero sí que puedes encontrar la palabra cruz por todas partes. No obstante, la palabra rosa solo aparece dos veces en el primer infolio, en concreto en la última obra de Cimbelino, y, como no, lo relacionan con toda serie de coincidencias. Entre ellas, Amundsen traza un triángulo pitagórico entre distintas palabras clave de esa página, que es el símbolo de los rosacruces. El ángulo es de 53 grados. ¿Os suena el número 53, verdad? 


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Llegados a este punto, Robert Crumpton hace un parón a toda la información recopilada en su mente. El escepticismo se cruza con la confianza y el entusiasmo. Los códigos y los símbolos están ahí, es verdad, pero es que si estás decidido a encontrar algo, lo encontrarás, por muy absurdo que sea. 

Hay que recordar que buscar la verdadera identidad de William Shakespeare no ha sido la genialidad del momento, ya que esto es bastante común entre los expertos, y han aparecido casi 70 nombres que podrían haberse hecho pasar por el escritor inglés (entre ellos Christopher Marlowe, el conde de Oxford o la reina de Inglatera). No obstante, Amundsen cree firmemente que fueron dos: Francis Bacon y Henry Neville. 


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En el documental también aparecen otras coincidencias en otros textos, pero son menores. Además, encontramos una en el pueblo de St. Albans, en Inglaterra, donde está la única pintura contemporánea descubierta con un tema de Shakespeare, Venus y Adonis. Por cierto, St. Albans fue el pueblo natal de Francis Bacon.

Hay un documento que se menciona rara vez por biógrafos, un documento en el que el nombre de Shakespeare está escrito docenas de veces, y este es el manuscrito de Northumberland, dañado por el fuego y que originalmente estaba enrollado alrededor de unos documentos escritor a mano de Bacon, y en él aparecen los nombre de Bacon, Neville y Shakespeare, y se menciona en un contexto en que podría sugerir que Francis Bacon fue el autor. 


LA TUMBA DE SHAKESPEARE

Muchos sabréis que la tumba de Shakespeare está en la iglesia de Holy Trinity de Stratford, y es uno de los puntos de Inglaterra más visitados. Alrededor de 1820, la lápida original presuntamente se cambió. La tumba original tenía el mismo texto, pero con una diferencia clave. En la tumba original las palabras estaban formadas por letras mayúsculas y minúsculas al azar, algunos dices que es porque el texto estaba escrito en el famoso código biliterario de Francis Bacon, y escrito por él, por supuesto. También cabe destacar que en la tumba se reemplazan las letras codificadas con números y descubre que el promedio de cada línea es de 53 números. ¡Ya vemos 53 hasta en el número de alimentos que hay en la nevera!

Pero esto no es todo, Amundsen nos enseña que en la pared de encima de la tumba hay una placa conmemorativa en honor a Shakespeare, ¡y esto sí que tiene enjundia! El caso es que la pusieron días después de su muerte y en ella se comparan a los grandes autores de la antigüedad. En esa placa, pone que murió en el año 53, lo cual es erróneo (52 hubiese sido lo correcto). En la placa también aparece una palabra en aleman: SIEH, y si se forma un triángulo en la placa conmemorativa, aparece el nombre de Bacon y el de Henry Neville. También aparecen las letras Hombre de paja desordenadas, que hacen referencia a Shakespeare, que era un títere. 

A estas alturas del documental, una ya tiene la cabeza llena de triángulos, símbolos y palabras alemanas al revés. De hecho, hay una frase bastante acertada de Crumpton: La coincidencia y la especulación se vuelve más emocionante que la coherencia, porque ya veía señales por todas partes. 


¿POR QUÉ TANTO SECRETISMO? 

Crumpton se reúne con Jola Simond, tipógrafo y experto en códigos. Es un miembro de alto rango en una logia sueco masónica, por lo tanto, entiende de códigos secretos. Al ver las pruebas de Amundsen, sí es cierto que ve ciertos rasgos en el poema Al lector del infolio que están hechos a propósito. Un tipógrafo experto necesita hacer esos errores y afirma con rotundidad: Bancon obviamente cooperó en esta obra e incluso también en las otras. También añade que sí, que hay símbolos rosacruces y masónicos escondidos en códigos en su lenguaje secreto en el primer infolio, en la tumba y en los sonetos, y que todo ello debió de costar grandes cantidades de dinero hacerlo. ¿Pero por qué hicieron todo esto? , ¿qué escondían? 

Para responder a estas preguntas, debemos ir al libro de los rosacruces Fama Fraternitatis: la fama de la hermandad, donde hay unas letras que te dicen que tienes que buscar la tumba de R. C. (Christian Rosenkreuz, el fundado de los rosacruces), y verás allí sus objetos más preciados. Y, como no podía ser de otra forma, Petter Amundsen sabe donde está. 


¿Pero cómo es eso posible? ¡La solución, de nuevo, está en esa primera página del infolio, dedicada al lector! El poema está escrito en un cuadrado perfecto, y con una buena regla a mano, se puede dibujar el emblema masónico: la escuadra y el compás, que contiene dos triángulos de 53 grados cada uno. ¿A que os suena de nuevo este 53? 

Hasta aquí, hagamos un parón y pensemos en Shakespeare, que parece que lo hemos dejado un poco de lado. ¿Cuál sería el descubrimiento soñado de un investigador del escritor inglés? Una nueva obra, por ejemplo o un manuscrito original. Amundsen cree que la ubicación de las obras de Shakespeare están en el primer infolio. Bacon, en su libro Silva Sylvarum, escribe miles de experimentos, y en el experimento 100 describe la conservación el papel (100 es el valor del nombre de Francis Bacon según la gematría). Si metes el papel en mercurio, parece que está todo mojado, pero cuando lo sacas está perfecto y seco, pesa 14 veces más que el agua y repele todo el aire. 

Se cree que los rosacruces podrían haber escondido un mapa de constelaciones en el primer infolio, y las primeras letras de Al lector deben de considerarse como letras griegas, así, aparece el anagrama Boötes y también el anagrama de la constelación Wain. Estas dos constelaciones están muy juntas en el cielo. Boötes no aparece mencionado en ninguna obra de Shakespeare, pero sí Wain, concretamente en Enrique IV, parte I. Y... ¡TACHÁN! A Bacon lo encontramos también nombrado en Enrique IV, parte I, en la página 53, ¡página 53! En dicha página, Amundsen vuelve a trazar un círculo y una equis entre varias palabras clave, y en el centro de ellas aparece I AM, lo que lo atribuye a Dios. En el libro número dos del Éxodo, escrito por Moises, hay un pasaje en el que Dios dice su nombre, y a sí mismo se llama I AM (yo soy).

Y sí, amigos, en este momento es cuando te explota la cabeza y tienes que sujetarte el cráneo con celo para que no se caiga al suelo. ¿Cómo hemos podido pasar a hablar de la verdadera identidad de Shakespeare a relacionar todo este completo de anagramas, símbolos y figuras geométricas con Dios? ¿Nos hemos vuelto todos locos?, ¿nos están queriendo decir que Shakespeare era Dios o algo así? 


TESOROS OCULTOS

Pero volvamos a Amundsen y a su teoría (más que plausible con cada pista que ofrece y nada reprochable). Él considera que los masónicos estuvieron preocupados con el templo de Dios en Jerusalén (el que fue destruido por los romanos en el año 40 D. C.). Se dice que algunos tesoros de Jerusalén los llevaron a Escocia. Retrocedamos unas líneas, ¿podría ser que los rosacruces se refieran a eso cuando decían que buscásemos la tumba del padre R. C.? 

En uno de los poemas, Ben Jonson revela que conoce la quimera de los rosacruces. En la mitología griega, la quimera es una bestia compuesta por la cabeza de un león, la cola de un dragón y el cuerpo de una cabra. Esos animales son constelaciones, pero no solo eso, sino que se encuentran en las inmediaciones de las constelaciones de Boötes y Wian. Pero falta una pieza, una constelación para completar el mapa simbólico de los rosacruces, y Ben Jonson la revela en un poema dedicatoria dirigido a Shakespeare, con un final muy famoso sobre un determinado pájaro: Dulce cisne de Avon. 

Ben Jonson llamó a Shakespeare cisne. Un cisne que también puede estar en el cielo (también se conoce como la Cruz del Norte). La constelación del Cisne (tiene forma de cruz) completaría el mapa del símbolo de los rosacruces (las constelaciones en el cielo), ya que tiene una estrella muy importante en la cabeza del cisne llamada Deneb. Y allí es donde hay que ir, ese es el séptimo escalón de Dios.




Como veis, las coincidencias acrósticas se suceden en el documental, y todo esto para decir que así sea en el cielo como en la Tierra. Ahora, la misión de Amundsen es saber en qué parte del globo terráqueo está situada, como un espejo, esa constelación, y en concreto la estrella Deneb, porque allí habrá que ir. ¿Qué podemos encontrarnos allí?, ¿un manuscrito incorruptible de Shakespeare?, ¿un cofre del tesoro lleno de diamantes?, ¿el nuevo templo de Jerusalén que arrasaron los romanos, convertido en un McDonals? ¿o a Dios esperando con un café descafeinado en la mano?  


UN FINAL APOTEÓSICO


El documental avanza y Amundsen averigua que la correspondencia de la estrella Deneb en la Tierra está en... trrrr... ¡En la costa de Nueva Escocia, Estados Unidos! Antiguamente esta isla se llamó Gloucester (patrón de los masones), pero en la actualidad se la conoce como la isla del Roble. 

Durante años, la gente ha buscado en esa isla un tesoro que se supone que está en una cueva bajo tierra (de hecho, hay mil vídeos sobre esto en Youtube), y ya si aderezamos la historia con un par de maldiciones, tenemos el escenario perfecto para una película de Halloween. Pero dejémonos de tonterías, ¿y si los manuscritos de Shakespeare se han podido esconder aquí? En otoño de 1897 excavaron 46 metros en un punto importante de la isla, y encontraron un fragmento de papel con algo escrito con restos de mercurio. ¡Con restos de mercurio, amigos! ¿Recordáis que, según Francis Bacon, el mercurio conservaba el papel? 


Pero, sin duda, el descubrimiento más importante han sido cinco grandes rocas con forma de huevo que forman una cruz en la isla de un diseño geométrico perfecto (como la constelación Cisne). Esto suman tres pistas: el cisne, la cruz cristiana y un símbolo judío que se convierte en un árbol. Amundsen ha investigado estas piedras y en puntos exactos de la isla ha realizado excavaciones. En un estanque ha encontrado algo bajo el agua. ¿Un cofre?, ¿otra piedra? Lo que se sabe es que podría ser oro. Parece la pista decisiva que demostraría si todo el camino ha significado para algo. Solo os digo una cosa porque no os voy a revelar qué se encontró exactamente, pero que Indiana Jones nos asista, porque si Steven Spielverg levantara la cabeza, la saga continuaría. 


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La verdad es que el documental te atrapa desde el minuto uno, eso debo reconocerlo, incluso si no sabes mucho sobre Shakespeare. Está muy bien rodado, documentado e hilado y han sabido llevar el misterio hasta el final. Cada pista la razona y se ve claramente por qué llega a tal o cual conclusión. Por supuesto, a mí me parece interesante que Shakespeare fuera una invención de dos escritores dispuestos a darle al pueblo la cultura que les quería quitar los altos mandos de la Iglesia y del Estado. Pero de ahí a crear un submundo de misterios divinos... En fin, ¿quién sabe? Ya es tarde para resolver el misterio, ¿o no?


*Fuente de la ilustración de la cabecera: ULISES



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2 comentarios

  1. Muy interesante todo, la verdad. Igual se me tacha de sacrílego pero creo que es más importante la obra que el autor. No quiero criticar tu exposición, que tu trabajo te habrá costado, pero expreso mi opinión.

    En el instituto una profesora sagaz nos dijo que comparáramos los retratos de Shakespeare y de Marlowe y que nosotros sacáramos nuestras propias conclusiones.

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    1. Sí, tienes razón. Al final lo que nos ha llegado es la obra firmada con el nombre de Shakespeare, y eso es lo que tenemos que valorar y disfrutar... Pero los enigmas literarios son tan cautivadores jajaja.

      Un saludo, Guillermo.

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